Te explicamos qué significa que un niño sea
autónomo y cuáles son los beneficios de educar en autonomía
El
desarrollo de la autonomía es un objetivo básico en la educación de los peques,
pero ¿qué significa exactamente que un bebé o un niño pequeño sea autónomo?
Aunque nos resulte chocante, un bebé puede ser
tan autónomo como un adulto. De hecho, la autonomía se inculca desde el
nacimiento ya que no es otra cosa más que la capacidad que tiene el ser humano
de hacer por sí mismo tareas acordes a su edad y etapa madurativa, bien sea
girarse sobre sí mismo en la cama o conducir un coche. Ni más, ni menos.
¿Qué es
autonomía? ¿Es lo mismo que independencia?
Ser independiente significa ser capaz de hacer
las cosas por uno mismo sin depender de los demás. En cambio, ser autónomo es
tener la capacidad de actuar libremente y elegir nuestras opciones.
Inculcamos independencia cuando les enseñamos
a vestirse solos, pero les restamos autonomía cuando les obligamos a hacerlo de
determinada manera (la nuestra).
Cuando
mi hijo tenía 2 años, le encantaba columpiarse en el parque. «Columpiarse», no
que «le columpiaran». Solo así podía elegir el ritmo y la velocidad que a él le
gustaban y le hacían sentirse seguro. Además de que ser capaz de hacer cosas
por uno mismo es muy gratificante.
Sin embargo, a veces no llegaba bien al
asiento y él optaba (libremente y por su cuenta) por columpiarse boca abajo,
apoyando su tripa en lugar del trasero.
Ni os imagináis las veces que otros adultos
trataban de «ayudarle» (con pena, cuando en realidad estaba alcanzando todo un
logro personal), y el enfado que provocaba en él la asistencia no solicitada.
¿Por qué? Porque la acción de esos adultos le restaba autonomía.
Para mi hijo en aquel momento lo de menos era
saber cómo se usaba el columpio, sino conseguir hacerlo él solito. Por eso yo
supervisaba que su actividad fuese segura, sin intervenir en ella. Supervisar
sin intervenir no es sinónimo de ignorar, sino que implica autocontrol y confianza
en el niño o la niña. Significa cuidar y educar al mismo tiempo, siendo capaces
de autorregularnos para no prestar ayuda si ellos no la piden. Esa es,
precisamente, la diferencia entre independencia (usar el columpio solo) y
autonomía (encontrar la manera de conseguir hacerlo por sí mismo).
Autonomía,
permisividad y autoridad
¿Dejar que hagan las cosas a su manera es ser
«permisivos»? Bueno, la permisividad no es tan mala como socioculturalmente se
nos ha hecho creer.
A pesar de sus connotaciones negativas, el
permitir a nuestros hijos según qué cosas no nos resta autoridad. Apoyar a los
niños y acompañarles para alcanzar sus hitos de desarrollo y crecimiento, no
nos convierte en padres relajados y poco responsables.
La autoridad es una característica intrínseca
del adulto. Para nuestros hijos tenemos autoridad por el mero hecho de ser
mayores, más sabios y experimentados. Y además, tenemos autoridad porque somos
sus padres y el modelo más cercano e importante de referencia que tienen.
No es sinónimo de castigos y gritos, actitudes
dictatoriales y amenazas; pero tampoco significa que les dejemos hacer todo lo
que quieran de la forma que quieran (cruzar la calle sin la asistencia de un
adulto, por ejemplo). Saber establecer límites de forma respetuosa es
importante a la hora de inculcar autonomía.
No existe un manual que nos
explique cómo ser padres perfectos en 10 simples pasos. ¡Pero tampoco la
necesitamos! Es una cuestión de sentido común. Y si nos equivocamos, incluso
entonces también les estaremos enseñando algo.
Casi siempre podemos corregir las cosas que no
nos salen bien a la primera y darles un sano ejemplo: el ser humano no es
infalible y no siempre todo sale bien, pero podemos seguir intentándolo.
Tenemos que perder el miedo a equivocarnos para que nuestros peques pierdan el
miedo a intentar hacer las cosas por sí mismos.
Beneficios de la autonomía
Para poder inculcar una sana autonomía debemos
prestar atención a las necesidades que van teniendo en las diferentes fases de
su desarrollo. Y, por supuesto, también fomentar el diálogo y el juego libre
tan pronto como sea posible.
La autonomía les ayuda a sentirse capaces,
fuertes e inteligentes, favorece su autoestima y la confianza en sí mismos.
También les ayuda a ser conscientes y entender los límites, a ser responsables
de sus deberes y de las consecuencias de sus acciones.
Además les enseña a reflexionar y decidir, a
no dejarse influenciar fácilmente, favorece su capacidad de atención y
concentración y les estimula para cooperar en las actividades domésticas (les
otorga sentido de pertenencia dentro de la familia).
El
exceso de protección, por otra parte, hace que no se consideren capaces y nunca
intenten hacer nada por sí mismos. La sobreprotección les resta libertad,
autosuficiencia y confianza, les genera dependencia y sentimiento de
incapacidad, baja autoestima, poca tolerancia a la frustración y nula capacidad
de resiliencia.
Como consecuencia, pueden mostrar actitudes
tiránicas y egocéntricas (exigiendo que los demás hagan las cosas por ellos),
problemas de aprendizaje por falta de ensayo reflexivo, tendencia al
pensamiento negativo, a las rabietas y al pesimismo. Incluso pueden convertirse
en adultos que no asumen responsabilidades ni las consecuencias de sus actos,
con mayor predisposición al fracaso, a la depresión y a los trastornos
afectivos.
Paciencia y
confianza, su autonomía nos dará independencia a nosotros
Los seres humanos aprendemos por
experimentación. Si no permitimos que ensayen, se equivoquen y aprendan, su
desarrollo evolutivo se verá afectado. Si no se considera capaz, nunca lo va a
intentar. Si no lo intenta, nunca va a aprender. Por eso es importante que tengamos
mucha paciencia, ¡aunque las primeras veces sean un poco «desastrosas»!
Muchas
veces, son ellos quienes nos marcan las pautas (y nos piden respeto) con el
famoso «yo solo» que nos indica que quieren, al menos, intentarlo.
Evidentemente, si son ellos mismos quienes se
atan los cordones de los zapatos, al principio tardaremos el doble (o el
triple) de tiempo en salir de casa. Pero nos debemos concienciar para darles
todo el tiempo y espacio que necesitan, y solo asistirles si nos piden ayuda.
La autonomía de nuestros hijos e hijas también
nos beneficia a nosotros como adultos (y a la familia en general). Porque
criando niños autónomos también nosotros ganaremos libertad, independencia y
tiempo.
Asimismo, tendremos mucha más tranquilidad y
seguridad. Los niños y niñas que han aprendido a ser autónomos, saben cómo
hacer las cosas, cuáles son seguras y cuáles no, incluso aunque no estemos
presentes.
Fuente:www.criarconsentidocomun/la-autonomía-personal
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